Retirado en la paz de
estos desiertos,
con pocos, pero
doctos, libros juntos,
vivo en conversación
con los difuntos,
y escucho con mis
ojos a los muertos.
Si no siempre
entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o
fecundan mis asuntos;
y en músicos callados
contrapuntos
al sueño de la vida
hablan despiertos
Las grandes almas que
la muerte ausenta;
de injuria de los
años vengadora,
libra, ¡oh gran
Joseph!, docta la imprenta
En fuga irrevocable
huye la hora;
pero aquélla el mejor
cálculo cuenta,
que en la lección y
estudios nos mejora.
Francisco
de Quevedo
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