Hace un tiempo que leí la novela “El despertar de la señorita Prim” de la
escritora y periodista española Natalia
Sanmartin Fellonera. A pesar del éxito que ha tenido en España que la editorial Planeta se
encuentra en nuestro país, parece que no es una novela para el perfil comercial
del lector argentino. Hasta el momento, no hay una edición nacional y conseguir
la española se hace costoso y difícil. Por eso, busqué una
versión digital. Encontré una en un sitio de descargas gratuitas. Y me compré un e-reader: dispositivo de lectura digital de tinta electrónica, lo cual recomiendo por su practicidad a la hora de leer archivos digitales extensos. Por su tipo de pantalla que no cansa a la vista y su alta duración de batería. El formato es
epub pero, para los que tienen un
dispositivo Kindle como yo, que usa el formato mobi, se lo puede convertir con el software gratuito Calibre (que se puede descargar de aquí) y cargarlo fácilmente.

Esta interesante novela propone la
existencia de una sociedad tradicional que se escapa del mundo moderno, encontrando
su fundamento espiritual en torno a una abadía benedictina en la que se celebra
solamente el rito romano tradicional, encontrando su organización social y
económica bajo una estructura adaptada a esta época, inspirada en el distributismo de Chesterton y Belloc.
Vale la pena leerla. Por eso comparto con Uds. esta interesante reseña del blog
Wanderer
(del 21-Ene-2014):
La señorita Prim
Había escuchado algunos
comentarios al pasar acerca de un libro que había aparecido en España había
aparecido, que estaba teniendo bastante éxito, y que daba la impresión de que
la autora leía este blog del Wanderer. Yo no le hice mucho caso y me olvidé
enseguida del tema.
Sin embargo, hace algunas semanas, llegó un
comentario a uno de los post en el que se citaba una frase de la “Señorita
Prim”. Enseguida me di cuenta de que se trataba de la novela que me habían
comentado y, picado por la curiosidad, inicié la búsqueda hasta que di con
ella. Se trata de la primera obra de Natalia Sanmartín Fenollera, una gallega
de Pontevedra, y el título de la novela es “El despertar de la señorita Prim”.
La primera definición que podría dar es que se trata del Wanderer hecho novela,
pues aparecen allí tratados, en formato literario y recorriendo una historia
entretenida, una buena parte de las entradas que hemos publicado en esta
bitácora desde 2007. Aclaro que no me estoy atribuyendo ningún tipo de autoría
ya que una segunda definición de la novela sería la exposición novelada del
sentido común cristiano, que lo que en este blog tratamos de discutir.
El libro narra la historia de una mujer,
culta y moderna, que responde un aviso de empleo. Se trata de desempeñarse como
bibliotecaria en una casa de un pequeño pueblo, San Ireneo de Arnois, en la que
viven “el hombre del sillón”, cuatro niños y el personal de servicio. Pronto
descubrirá la señorita Prim que se trata de un pueblo muy particular –allí
viven los exiliados del mundo moderno-, y con habitantes muy especiales. Por
ejemplo, los niños no van a la escuela, sino que se educan en sus casas porque
“…antes los colegios eran un lugar donde los niños aprendían cosas. Hoy en día
son fábricas de indisciplinada, criaderos de monstruos ignorantes y
meleducados.” Y entonces, “si contrataran a una maestra repleta de teorías
sobre pedagogía, sociología, psicología infantil y todas esas ciencias
modernistas, tendrían el zorro dentro del gallinero”. En las escuelas modernas,
lo que los niños reciben es “sofismo, pestilente y podrido sofismo. Los
sofistas han tomado las escuelas y trabajan por su causa”, considerar los
vecinos del lugar.
En el pueblo, que rodea a un monasterio
benedictino donde se celebra la liturgia romana antigua, viven conversos
del mundo moderno a la fe. Pero no ha sido conversión fácil. Explica “el hombre
del sillón”: “Ha sido mi piedra de toque, el paralelo que ha partido en dos mi
vida y que le ha dado un sentido absoluto. Pero le engañaría si le dijese que
ha sido fácil. No resulta fácil, y quien le diga lo contrario se engaña. Supuso
un desgarro, una catarsis intelectual, una a cirugía corazón abierto. Como un
árbol cuando lo arrancan de la tierra y lo plantan en otro lugar, como lo que
uno piensa que debe experimentar una criatura cuando afronta la terrible
belleza del nacimiento”.
Es un pueblo tradicionalista pues sus
habitantes están convencidos de que “las tradiciones son un muro de contención
frente a la degradación y a la incultura”, y poseen “esa virtud de recordar
siempre y en todo momento quién es uno y de dónde viene más que de ocuparse,
como hacen los modernos, de adivinar hacia dónde va”.
Junto a la sorprendida señorita Prim, es
también protagonista de la novela el dueño de casa, “el hombre del sillón”, que
pertenece al grupo de personas “cuyo objetivo es huir, literalmente, del
dragón. Quieren proteger a sus hijos del influjo del mundo, volver a la pureza
de costumbres, recuperar el esplendor de la vieja cultura”. Y es por eso que
los niños del pueblo leen a los clásicos en latín y griego, y saben que “los
iconos no son pinturas sino que son ventanas” y que “la Redención es un cuento
de hadas verdadero”. Y una de las vecinas de San Ireno considera que “todos
esos niños (modernos) han crecido ignorando los grandes ideales, aquellos que
forjaron a las viejas generaciones a través de los siglos y las hicieron
fuertes. Se les ha enseñado a mirarlos con desdén o a sustituirlo por algo
empalagoso y sentimental que muy pronto les indigesta y desilusiona. Y con ello
matan lo más valioso (yo diría lo único verdaderamente valioso) que posee la
juventud respecto a la madurez”.
La redención de la señorita Prim vendrá por
su búsqueda y su encuentro con la belleza. Como le aconsejan algunos de sus
amigos del pueblo, ella no encontrará la belleza “mientras cuide de sí misma
como si todo girara en torno a usted. Es exactamente al revés, justamente al
revés. No debe usted ser cuidada, debe ser herida. Lo que trato de explicarle,
niña, es que mientras no permita que esa belleza que busca la hiera, mientras
no permita que la quiebre y la derribe, no conseguirá usted encontrarla”. Y en
la misma línea se sitúa el único sacerdote que aparece en la historia, hacia el
final, en la novela. Se trata de un monje nonagenario que dice que “todo
sacerdote debe ser un caballero”, y le aconseja a la protagonista: “Busque
entonces las belleza, señorita Prim. Búsquela en el silencio, búsquela en la
calma, búsquela en medio de la noche y búsquela también en la aurora. … y no se
sorprenda si descubre que ella no vive en los museos ni se esconde en los
palacios. No se sorprenda si descubre finalmente que la belleza no es un qué,
sino un quién”.
Claro, algunos podrían considerar que se
trata de una novela pesimista, tal como consideran al Wanderer. Pero la autora
destaca que “en absoluto es pesimista. ¿Pero qué ha de hacer un centinela sino
dar aviso de lo que observa? No hay centinelas pesimistas u optimistas. Hay
centinelas despiertos y centinelas dormidos”. Y frente a los que la achacan de
pesimista, una anciana del pueblo responde: “lo suyo no son más que juicios
bienintencionados; y las personas de juicios optimistas, no solo no ayudan a
mejorar las cosas, sino que contribuyen a empeorarlas. Transmiten la falsa
percepción de que todo va bien, cuando el mundo va rematadamente mal”.

Los párrafos transcritos son una muestra de
lo que se encuentra en la novela. Se trata de un libro que se centra en la fe,
aunque nunca se hable de Dios, y de un libro cristiano, aunque nunca se
mencione a Cristo. Pero no lo es al modo en que lo son las obras de Tolkien o
algunas de las novelas de Evelyn Waugh, donde el tema de la fe o del
cristianismo aparecen de un modo mítico o con sutilezas que no siempre, y no
todos, pueden apreciar. En este caso, las cosas se dicen claramente, sin
sutilezas. Y es por eso que a algunos les podría parecer un libro demasiado
ingenuo o demasiado simple. Y ciertamente lo es. Pero es aquí donde aparece
algo asombroso. Todos los comentarios que he leído sobre “El despertar de la
señorita Prim” aparecidos en diarios, revistas y blogs españoles, todos ellos
celebran a la novela por su capacidad de mostrar “el encanto de las cosas y de
la gente sencilla”, y es a esta virtud a la que le adjudican el éxito que ha
tenido. Esto deja ver la consternante imbecilidad del hombre moderno que es
incapaz de darse cuenta de lo que está leyendo. En efecto, se trata de una
novela profundamente contrarevolucionaria y políticamente incorrecta, y sin
embargo, la celebran. O no se dan cuenta de lo que leen, o el alejamiento que
tienen ya del sentido común y de la fe los hace totalmente inmunes a comprender
lo más básico de lo que forjó la cultura occidental, y esto dicho en el
lenguaje más llano.
El libro de Sanmartín Fenollera fue editado
en 2013 por Planeta y ha tenido un gran éxito en España. Ha sido ya traducido a
varias lenguas y han comprado sus derechos editoriales como Mondadori en Italia
y Little Brown en Inglaterra. Si Argentina fuera un país normal, no habría más
que ir a la librería de la esquina para comprarlo. Pero no es así. Es imposible
comprarlo en nuestro país. No existe en las librerías. Por lo que hay dos
opciones para conseguirlo: o bien comprarlo en Amazon.es en
formato papel pagando el envío y el 35% de recargo, y esperando que la buena
suerte impida que el paquete quede retenido en la aduana, o bien comprarlo en
formato electrónico para leerlo en la Tablet, que es el medio que yo elegí.
Pueden hacerlo en Librerías Santa Fe (www.lsf.com.ar)
por $107, pero hay que tener en cuenta lo siguiente: el libro está en formato
ePub, que puede ser leído en la mayoría de las tablets, excepto en Kindle (lo
siento por el Procrastinator) y, si tienen Ipad, deberán bajar alguna
aplicación como BeyondPrint, que es gratuita y funciona muy bien.
Prosit!
Aclaro por las dudas: en modo
alguno estoy diciendo que la autora se halla "inspirado" en el
Wanderer. Y eso por dos motivos. En primer lugar, porque a la legua se nota de
que se trata de una persona muy culta y con un importantísimo fondo de cultura
y sentido común cristiano, y eso no se consigue leyendo un blog. Y, en segundo
lugar, porque lo que escribimos y comentados aquí no es más que lo que
cualquier cristiano leía y comentaba cuando Occidente era cristiano.
Una vez más, el Wanderer es
un encuentro de amigos que ofrece la oportunidad de discutir y aprender sobre
algunas temas, pero no tiene en absoluto pretensiones de originalidad o de ser
el último centinela de la Cristiandad.